Érase una vez una chica
llamada Carol que vivía en los Pirineos y tenía 16 años. Era morena, tenía ojos
verdes y de piel pálida. Tenía una camiseta y unos pantalones azules y unos
zapatos naranjas. Era divertida e inteligente. Lo que más le gustaba era cazar
fantasmas, hacer papiroflexia y comer tortitas.
Un día se puso un traje
especial y con el grupo, sin que nadie la viera, se fue a cazar fantasmas a
media noche. Entre montaña y montaña vieron una casa sin nadie y rodeada por
una valla. Saltaron la valla y la puerta se abrió, ¡había un millón de
fantasmas allí dentro ¡. Tardaron un buen rato en eliminar todos los fantasmas
de una sala y fueron al comedor. Estaba lleno de huesos y restos podridos,
resultaba asqueroso. Los fantasmas eran de colores y muy graciosos. Puerta tras
puerta se perdieron.
¡En la entrada Carol se
encontró un mapa ¡. Miraron por todos lados y quedaba el ático y una sala
misteriosa, asomaron sus cabezas y por un telescopio se podía admirar el bosque
y la Luna. Llegaron a la última habitación y… ¡ Había un fantasma enorme ¡. Se
lo cargaron e investigaron la sala. Así descubrieron que era un laboratorio. Al
final regresaron a sus casas y como era sábado se fueron a la discoteca y como
era “ Hallowen” todo estaba adornado de calabazas muy divertidas.
Y colorín colorado este
fantasmabórico cuento se ha acabado
Marina Montes Carrillo de
Albornoz
!Me encanta tu cuento Marina¡
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